El Ministerio de Capital Humano, a través de la Subsecretaría de Seguridad Social, firmó la Disposición 16/2025 y publicó en el Boletín Oficial el fin del régimen especial que hasta ahora gravaba los ingresos de los clubes con un porcentaje preferencial del 7,5%. A partir del 1° de agosto, los clubes deberán aportar un 13,06% de su actividad gravada, y se suma un recargo transitorio del 5,56% por doce meses. Esto eleva la carga total al 18,62%, casi el doble de lo que tributaban bajo el régimen previo?. Según el Gobierno, el beneficio que recibieron los clubes generó una pérdida de recaudación para el Estado de casi $20.000 millones en el plazo de un año. La medida de quita de beneficios y aumento de alícuotas a los clubes fue implementada luego que Tapia fuese reelecto para presidir la AFA hasta 2028, pese a los intentos del gobierno de invalidar esa elección ante la IGJ. El Gobierno de Milei busca acotar la autonomía institucional de la AFA en un tablero estratégico electoral e ideológico.                                            Esta ofensiva se da en un contexto de tensión creciente entre el gobierno y la condución de la AFA, que desde hace meses resiste el intento oficialista de habilitar las SAD (Sociedades Anónimas Deportivas). Además, se registraron cruces públicos entre el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, Patricia Bullrich contra Pablo Toviggino, por el rol político que atribuye el oficialismo a la cúpula dirigencial del fútbol (podés leer: ¨Francos atacó y Toviggino respondió: la AFA no se arrodilla ante Milei¨ y también: ¨Bullrich amenaza a Toviggino y estalla el reclamo por la censura¨). No es casualidad que se tome estas medidas luego del respaldo de los clubes del interior a Pablo Toviggino, que fue inmediato y contundente. En pancartas, comunicados y asambleas, las instituciones más humildes —esas que sobreviven con rifas, trabajo voluntario y sentido de pertenencia— salieron a bancar al dirigente que puso el cuerpo frente al atropello del gobierno. La patoteada de Patricia Bullrich, intentando deslegitimar su rol y ensuciarlo mediáticamente, encendió una alarma colectiva: no se trata solo de una disputa de nombres, sino de un intento brutal de silenciar a quienes defienden el fútbol como herramienta de inclusión. El interior profundo, históricamente relegado y postergado, reconoce en Toviggino a un representante genuino que pelea para que ningún club tenga que venderse para sobrevivir. Por eso, ante el avance de la motosierra neoliberal, la respuesta es una sola: los clubes no se venden, se defienden.(leé: ¨Fútbol del interior cierra filas con Toviggino ante el apriete de Bullrich¨).                                                    La avanzada del gobierno nacional contra la AFA no es aislada ni técnica: es una embestida política y económica con un objetivo claro y peligroso. Detrás del aumento de alícuotas y la eliminación de beneficios fiscales, lo que se esconde es el intento de empujar a los clubes argentinos hacia la privatización, allanando el camino para la llegada de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD). Esta no es solo una cuestión administrativa: es un ataque directo al corazón del fútbol argentino y al rol social que cumplen los clubes desde hace más de un siglo. Mientras Milei habla de libertad, impulsa un modelo que en otros países significó el vaciamiento de entidades, el cierre de disciplinas no rentables, el aumento de cuotas sociales y la pérdida total de identidad. La experiencia internacional demuestra que las SAD no salvan a los clubes: los transforman en negocios para unos pocos, dejando a millones sin su espacio de contención, formación y pertenencia. Frente a esta avanzada, la AFA —con Pablo Toviggino y Claudio Tapia al frente— defiende un modelo solidario, federal y profundamente argentino. La disputa ya no es solo económica: es cultural y de modelo de país. Las medidas del gobierno nacional, con el sablazo a las alícuotas y la quita de beneficios fiscales, golpean de lleno al corazón del fútbol del interior, donde cada peso cuenta y donde los clubes no son negocios, son vida. La AFA, con Pablo Toviggino a la cabeza, lo sabe bien: no se trata solo de camisetas o torneos, se trata de comedores, escuelitas de fútbol, talleres culturales, y contención para miles de pibes que encuentran en su club un refugio frente a la calle. Este ajuste no castiga a “la casta”, castiga a los clubes que abren sus puertas cuando el Estado no aparece.  Desde el interior profundo, la respuesta es clara: no se negocia la identidad, no se vende la dignidad. La pelota no se mancha, y mucho menos se remata. Gremios, dirigentes deportivos e incluso gobernadores del interior alertan que esta norma puede poner en riesgo las estructuras sociales, juveniles y comunitarias de muchos clubes de barrio que dependen de esos beneficios. Desde la Casa Rosada se argumenta una puesta en valor del orden fiscal; desde la AFA y el peronismo territorial denuncian represalias institucionales. La quita de beneficios e incremento abrupto de cargas financieras genera un cruce frontal entre la promesa neoliberal de austeridad y la realidad de clubes que funcionan como espacios de integración social. ¿El tiro fue al Estado o a la autonomía de una entidad que sostuvo torneos, formó juveniles y consolidó la política federal del fútbol? El pulso político se tensiona en la cancha y fuera: una AFA fuerte frente a un gobierno que busca redefinir su rol.       ¡No te pierdas ningún detalle de la política argentina y mundial! Síguenos en nuestro canal de WhatsApp: Canal WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029VbBqLhV4tRroiQaqOB0M Y en nuestra: Red X (EX Twitter): https://x.com/El_Pulso_P