En una decisión que generó sorpresa y molestia en el arco político santafesino, el presidente Javier Milei resolvió no viajar este 20 de junio a Rosario para el histórico acto por el Día de la Bandera, rompiendo con una tradición de décadas. En su lugar, el mandatario encabezará un evento en el barrio porteño de Palermo, en lo que fue interpretado como un gesto de centralización y una señal política de repliegue sobre el distrito que más cómodo le resulta. El acto oficial se realizará a las 11 en la plaza Perú, dentro del Parque Tres de Febrero, bajo la consigna de "reafirmar el rumbo de la libertad y la soberanía nacional". Allí Milei tomará juramento a cadetes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, en un evento organizado por el Ministerio de Defensa y con fuerte impronta castrense. Fuentes de la Casa Rosada confirmaron que la decisión de no asistir a Rosario responde a "cuestiones de seguridad" y a la intención de evitar "provocaciones políticas" en un territorio donde el descontento con el ajuste libertario ha generado múltiples protestas. En Santa Fe, la noticia cayó como un baldazo de agua fría. Desde el entorno del gobernador Maximiliano Pullaro expresaron en off the record su "asombro y decepción" ante la ausencia del jefe de Estado en el acto más simbólico para la provincia. "El Día de la Bandera es patrimonio de Rosario, no del AMBA", deslizó un legislador radical. La oposición no tardó en aprovechar el vacío: el peronismo local convocó a una movilización "en defensa de los símbolos patrios" en el Monumento a la Bandera y acusó a Milei de "despreciar el interior productivo". Cerca del Presidente relativizan la polémica: sostienen que "no hay obligación constitucional" de participar en Rosario y remarcan que la ceremonia en Palermo busca "conectar las Fuerzas Armadas con la ciudadanía en un contexto de cambio cultural". La grieta política vuelve a expresarse en los gestos: mientras Milei afianza su capital simbólico en la Ciudad de Buenos Aires, la provincia de Santa Fe percibe la decisión como una muestra más del desdén porteño. En tiempos de ajuste fiscal, tensión social y reformas laborales en debate, los actos patrióticos también se vuelven terreno de disputa política.