El embajador israelí en Buenos Aires reconoció que la embajada y sus diplomáticos se mantienen bajo amenaza constante, especialmente en este contexto de guerra abierta entre Israel e Irán. Aseguró que "siempre hay amenazas y las estamos tomando muy en serio", un mensaje claro de vigilancia permanente y de reconocimiento de la tensión que se vive a nivel global. En las últimas semanas, Argentina se suma a un patrón global: varias embajadas, incluida la israelí, permanecieron cerradas de forma preventiva y reforzaron su seguridad tras el estallido del conflicto en Medio Oriente. En paralelo, el gobierno nacional reforzó guardias en edificios diplomáticos y en instituciones de la comunidad judía —como la AMIA y sinagogas— como parte de un protocolo conjunto entre la Cancillería, la Policía y fuerzas de inteligencia. La advertencia diplomática busca instruir al público argentino: no es un ejercicio retórico, es una respuesta lógica a los antecedentes del país (como los atentados a la embajada y a la AMIA) y la nueva dimensión del conflicto actual, donde Irán amenazó con represalias y actores locales podrían aprovechar la coyuntura. Además, esta postura subraya el giro que Argentina dio tras el cambio de gobierno: el país se alineó notablemente con Israel, respaldando embargos, donaciones a la causa y hasta la intención de trasladar la embajada a Jerusalén. Esa posición simbólica refuerza la necesidad de medidas de protección, porque la diplomacia abierta implica riesgos.   ¿Qué implica esto en la práctica? * Nivel de alerta alto y sostenido*: la presencia de seguridad no es temporal, sino parte de un sistema de defensa permanente para prevenir posibles incidentes. * Coordinación interinstitucional*: servicios argentinos e israelíes trabajan codo a codo para monitorear amenazas y garantizar la protección ante cualquier eventualidad. * Impacto en la comunidad*: la advertencia busca transmitir tranquilidad, pero también conciencia de que vivimos un escenario inestable, y que la red de seguridad está alerta.                              El embajador envió un mensaje doble: por un lado, tranquilidad: Argentina tiene mecanismos vigilantes y preparados. Por otro, realidad: el conflicto en Medio Oriente no es ajeno a Buenos Aires. Y el respaldo político de nuestro país a Israel refuerza el interés de mantenerse protegidos y alerta. La diplomacia ya no se limita a la tribuna pública, sino que se traduce en blindaje físico y alertas reales. Y en un contexto donde  “las amenazas siempre existen y se toman en serio”, el Estado debe mostrar que no improvisa ante un entorno internacional cada vez más volátil.