En un nuevo intento por delegar responsabilidades, el Gobierno y Patricia Bullrich cargaron contra figuras ajenas: Bullrich presentó una denuncia asegurando que Claudio “Chiqui” Tapia forma parte de un “complot” para derrocar al gobierno. Incluso, definió a Cristina Kirchner como “presidiaria”. La narrativa oficial ya no señala únicamente al kirchnerismo, sino que sumó como culpables a “venezolanos” y a “rusos conspiradores”   Este recurso de descargar culpas hacia actores externos o antiguos adversarios muestra una estrategia clara: evitar asumir responsabilidades por crisis internas, escándalos o derrotas políticas, y transferir el malestar nacional hacia “enemigos imaginarios”. La desaparición de una autocrítica se acompaña por una escalada retórica que mezcla “conspiración internacional”, “traición interna” y “venganza política”.   Sumado a esto, surge la tendencia –cada vez más recurrente– de confundir debate político con persecución. Bullrich no solo cuestiona al periodismo crítico, sino que lo ubica en el terreno de la desestabilización, con intenciones golpistas. Es una forma de censura, sin recurrir a la ley: se crea un clima de sospecha, se criminaliza la voz libre y se castiga al mensajero. El Pulso Político repudia esa lógica y reafirma que el ejercicio del periodismo no es un delito, sino una columna esencial de la democracia. (Podés leer: ¨No a la censura; la caza de brujas contra periodistas ya empezó.)   Mientras el Gobierno reparte culpas hacia extranjeros y opositores, la responsabilidad real se camufla. La verdadera amenaza proviene de quienes silencian el diálogo y convierten al periodismo en un enemigo. En una sociedad democrática, el peor complot sería el que derriba la libertad de expresión. Desde El Pulso Político, decimos: no a la censura, no a las persecuciones, y sí a los periodistas que denuncian.           Canal WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029VbBqLhV4tRroiQaqOB0M Y en nuestra: Red X (EX Twitter): https://x.com/El_Pulso_P