Abel Furlán, titular de la UOM   La bronca no es nueva, pero hasta ahora se había canalizado por vías internas. Esta marcha marca un punto de inflexión. Por primera vez en el año, un gremio industrial rompe el cerco oficial y lleva el conflicto a la calle. La señal es potente y empieza a mostrar que la paz social que tanto promocionaba el oficialismo tiene fecha de vencimiento. El gobierno de Milei intenta frenar cualquier acuerdo salarial que supere el margen que ellos consideran “razonable” en función de su estrategia antiinflacionaria. Pero para los trabajadores metalúrgicos, ese argumento ya no alcanza: los sueldos vienen perdiendo contra la inflación desde hace meses y, con la caída del consumo, muchos convenios se transformaron en papel mojado. Por eso la UOM decidió pasar a la acción. Abel Furlán, que hace tiempo viene advirtiendo sobre la precarización del salario, se plantó con una consigna clara: no van a permitir que se desnaturalice el valor de las paritarias. El mensaje fue directo al corazón de la política económica libertaria, que busca disciplinar a los sindicatos a fuerza de lapicera y demora burocrática. La maniobra del Ejecutivo es tan sencilla como polémica: no niega los acuerdos, pero no los homologa. Así, los incrementos no se hacen efectivos y los trabajadores quedan atrapados en una negociación eterna. Desde la Casa Rosada argumentan que es una forma de mantener el equilibrio fiscal. En los gremios lo leen como una forma encubierta de intervenir en la autonomía sindical. La protesta de la UOM abre una puerta que el Gobierno quería mantener cerrada. Porque si otros gremios siguen ese camino, el relato de las “paritarias libres” empieza a desmoronarse. Sanidad, Comercio, y otros sectores que ya firmaron por encima del 1% podrían sentirse habilitados a hacer lo mismo. El reclamo no es solo económico. También tiene un fuerte contenido político. La UOM, históricamente vinculada al peronismo, se mueve en un momento en que muchos sindicatos sienten que fueron dejados afuera del armado electoral. No hay listas con dirigentes gremiales, no hay espacio para la CGT, y la agenda del Gobierno solo los incluye para firmar lo que ya viene digitado. En medio del reacomodamiento post cierre de listas, la calle empieza a ganar centralidad. La protesta de hoy puede ser la primera de muchas si el Gobierno no flexibiliza su postura. En el fondo, lo que está en juego no es solo un porcentaje salarial: es la capacidad de los sindicatos de ejercer su rol frente a un modelo que busca arrinconarlos.       ¡No te pierdas ningún detalle de la política argentina y mundial! Síguenos en nuestro canal de WhatsApp: Canal WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029VbBqLhV4tRroiQaqOB0M Y en nuestra: Red X (EX Twitter): https://x.com/El_Pulso_P