La inesperada sesión autoconvocada del 10 de julio —que contó con la presencia de 37 senadores— encendió las alarmas en el entorno de la vicepresidenta y presidenta del Senado, Victoria Villarruel. Según un colaborador cercano, “tenemos que evitar que el Senado se convierta en una escribanía de la oposición”  . Detrás de la frase se vislumbra la preocupación por cederle la agenda a una coalición que avanzó sin mayores obstáculos contra el Gobierno y llevó a la aprobación de leyes como la del Garraham y movilizaciones universitarias.                      El momento político es crítico: Villarruel, que viene distanciándose de Milei y trabajando una agenda propia en el interior  , se juega en cada sesión su autoridad institucional. La pulseada no es solo por el recinto, sino por definir si los decretos de delegación que modificaron el funcionamiento de fuerzas como la Policía Federal y Gendarmería podrán debatirse sin interferencias ni bloqueos opositores. Sobre todo porque en el horizonte ya empiezan a aparecer las primeras nubes anticipando una eventual tormenta. Son los proyectos de emergencia financiera del Hospital Garraham y el refuerzo de recursos para las universidades nacionales, iniciativas rechazadas por la Casa Rosada, pero que ya tienen dictamen de comisión y están en cola de espera para su aprobación en la Cámara de Diputados. Para el oficialismo, recuperar terreno en el Senado se volvió una cuestión de supervivencia política. Y para Villarruel, que intentó rearmar una mayoría de 39 senadores a fines de 2023, la estrategia pasará por exhibir capacidad de conducción, evitar nuevas convovatorias opositivas, y demostrar que la Cámara Alta puede actuar como verdadero contrapeso, no un sello a vapor del oficialismo.     ¡No te pierdas ningún detalle de la política argentina y mundial! Síguenos en nuestro canal de WhatsApp: Canal WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029VbBqLhV4tRroiQaqOB0M Y en nuestra: Red X (EX Twitter): https://x.com/El_Pulso_P