El cierre del Instituto Nacional Juan Domingo Perón no fue una simple medida administrativa: fue una bomba política. El gobierno de Javier Milei oficializó la decisión de eliminar el organismo creado en los '90 para resguardar el legado del tres veces presidente constitucional de la Argentina. ¿El motivo? "Recorte de gastos innecesarios", según el vocero presidencial Manuel Adorni. Pero para el peronismo, no es otra cosa que una declaración de guerra cultural. Cristina Fernández de Kirchner no dejó pasar la jugada. Desde sus redes sociales, denunció directamente una "persecución ideológica" por parte del oficialismo libertario y exigió que el archivo y el patrimonio del instituto pasen al Partido Justicialista. “No se trata de un presupuesto, se trata de borrar la historia”, lanzó la ex mandataria, visiblemente indignada. El edificio del Instituto, ubicado en Austria 2593 en Recoleta, guarda documentos históricos, cartas originales, archivos sonoros y piezas únicas del peronismo. Además, está construido sobre los restos del Palacio Unzué, símbolo del poder peronista demolido por la dictadura en los años 50. Por eso, más allá del contenido, el símbolo es lo que duele. Desde Balcarce 50 insisten en que “no se puede sostener un aparato ideológico montado con plata del Estado”. Pero puertas adentro del peronismo, la lectura es clara: Milei busca dinamitar todos los puentes simbólicos del movimiento nacional y popular. “Cierra el INADI, cierra el Instituto Conti, y ahora va por el corazón del peronismo. Está claro que no es un plan económico, es un ajuste con odio”, disparó un dirigente cercano a La Cámpora. Pero la movida no solo enojó al kirchnerismo. Gobernadores, sindicalistas y hasta figuras del peronismo más moderado salieron a cuestionar el cierre. Algunos incluso lo ven como una oportunidad: ya hay conversaciones en el PJ para absorber el instituto y transformarlo en un bastión cultural propio, más allá del Estado. Una forma de blindar el legado frente al avance libertario. Mientras tanto, Milei sigue avanzando con su motosierra ideológica. La eliminación del Instituto Perón es una pieza más en un tablero donde la memoria, la historia y los símbolos se convirtieron en campo de batalla. Y el peronismo, como tantas veces en su historia, ya se prepara para dar pelea.