Un episodio que desbordó toda rutina de seguridad política marcó el cierre bonaerense del sábado: decenas de encapuchados ingresaron al predio del Club Villa Ángela en Moreno sin ningún tipo de requisitoria, pese a ocultar sus rostros con buzos, camperas con capucha y gorras, y sin exhibir identificación partidaria alguna. Las cámaras de C5N y TN captaron el momento exacto en el que los efectivos federales permitieron su paso sin filtro alguno.    La alarma ya había sido encendida por la intendenta peronista del distrito, Mariel Fernández, quien denunció la posibilidad de una infiltración de barras bravas organizados por el oficialismo. “Hoy no es el día para manifestarse”, advirtió, añadiendo que incluso se ofrecía dinero y mercadería para atraer asistentes.    La combinación de advertencias, ausencia de control y presencia de encapuchados generó una tormenta política inmediata. De acto de campaña, el cierre se convirtió en un escándalo que pone en tela de juicio la integridad democrática del escenario montado por Milei, en un contexto ya tensionado por audios comprometidos, denuncias de corrupción y violencia política.   Cuando un acto político pasa de campal electoral a escenario de posible complicidad institucional, la grieta deja de ser metáfora y se convierte en amenaza real. En esta campaña, la patota encapuchada no expuso solo rostros cubiertos, sino la fragilidad de los filtros que separan política, violencia y poder.             Canal WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029VbBqLhV4tRroiQaqOB0M Y en nuestra: Red X (EX Twitter): https://x.com/El_Pulso_P