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El hombre detrás del ajuste; quién es Federico Sturzenegger

Fue parte del blindaje, del megacanje y del colapso del 2001. Hoy, como ministro de Milei, Sturzenegger volvió con una misión: asfixiar al fútbol argentino para imponer su viejo sueño de las Sociedades Anónimas Deportivas. Su prontuario político y económico lo pinta de cuerpo entero.

  • 29/07/2025 • 17:52

 

Detrás del brutal aumento a las cargas sociales que golpea a los clubes del fútbol argentino hay un nombre clave: Federico Sturzenegger. Ministro de Desregulación de Javier Milei, operador de las reformas más radicales del gobierno y viejo conocido de los sectores financieros, es quien está moviendo los hilos para desmantelar el modelo solidario del deporte nacional y abrirle paso a un negocio privatizado en manos de capitales extranjeros.

 

 

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No es casual. Sturzenegger tiene historia. Fue secretario de Política Económica en el 2001 bajo el gobierno de Fernando de la Rúa, donde participó activamente en el megacanje de deuda, una operación que terminó profundizando la crisis que estalló con muertes en Plaza de Mayo. Por ese caso estuvo procesado por administración fraudulenta. Años después, ya en la era Macri, fue presidente del Banco Central, donde eliminó el cepo cambiario, creó los créditos UVA indexados a la inflación, impulsó el carry trade con Lebacs y sembró la base de la actual “bola de Leliqs” que el propio Milei ahora denuncia como bomba heredada.

Ahora, reciclado como ministro de Milei, volvió con un viejo anhelo bajo el brazo: instaurar las Sociedades Anónimas Deportivas en el fútbol argentino, una idea que milita desde hace años y que incluso defendió públicamente en 2024, advirtiendo que la AFA estaría “violando la ley” si no dejaba competir a clubes privados. Para lograrlo, lanzó un ajuste sin precedentes sobre los clubes: subió la alícuota de aportes previsionales del 7,5% al 13,06%, más un 5,56% adicional para “recuperar déficit”, con el único fin de quebrar financieramente al sistema y justificar el ingreso del capital privado.

En su relato público, Sturzenegger intentó culpar a la AFA y a los clubes del “desfinanciamiento del sistema previsional”. Dijo que “el fútbol se subsidia con plata de los jubilados”, citando como ejemplo que River pagó solo 27.000 dólares por sus empleados mientras declaró millones de dólares en ganancias. Pero lo que omite deliberadamente es que ese régimen fue creado por el Estado tras la crisis de 2001 y revisado en varias ocasiones con participación de los propios gobiernos. Lo que olvida, también, es que no todos los clubes son River o Boca.

¿Qué pasa con Juventud Antoniana, con Güemes de Santiago del Estero, con Central Norte, con Deportivo Madryn o con miles de clubes que sobreviven a fuerza de rifas, subsidios municipales y la voluntad de sus socios? Para esas instituciones, este aumento es terminal. Es ponerles una soga al cuello, empujarlas al cierre y allanar el camino a los fondos privados.

 

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La respuesta de la AFA no tardó en llegar. Presentó una propuesta fiscal viable. Fue rechazada. Recurrió a la Justicia. Le dieron la razón. Y ahora, desde el gobierno, acusan a la AFA de ser “una casta que no quiere pagar”. Pero como le respondió Pablo Toviggino al propio Sturzenegger en redes:

> “¿Ahora querés discutir con la AFA? Te informo que acabás de fracasar, te perdiste en el Bosque 'lobito' con dientes de goma”.

Sturzenegger no es un outsider. Es el arquetipo del funcionario que siempre estuvo. Que vivió del Estado mientras predicaba meritocracia. Que destruyó la economía desde adentro y ahora regresa con el mismo plan de siempre: vender la Argentina al mejor postor. Lo hizo con la deuda, con las tasas, con los bancos. Ahora va por la pelota. Y lo hace convencido de que nadie se va a animar a frenarlo.

Pero se encontró con algo que no estaba en sus planes: un fútbol que no se arrodilla. Clubes que entienden que son más que balances. Ligas del interior que resisten. Y una sociedad que, en medio del ajuste, todavía encuentra en la camiseta y la tribuna un refugio colectivo. Sturzenegger podrá ajustar el Excel, pero no va a poder privatizar la pasión.

 

 

 

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