En un intento burdo por desviar la atención del ajuste brutal que sufren los jubilados argentinos, el exfuncionario reciclado Federico Sturzenegger apuntó contra la AFA y los clubes de fútbol, acusándolos de “subsidiarse con la plata de los jubilados”. La maniobra no solo es falaz, sino profundamente cínica: el mismo gobierno que vetó el aumento a las jubilaciones votado por el Congreso, que liberó precios de alimentos y medicamentos, y que vació el Fondo de Garantía de la ANSES, ahora quiere hacerle creer a la sociedad que los clubes de barrio son los responsables del desfinanciamiento previsional. La verdad es otra. Desde hace más de dos décadas, el fútbol profesional opera bajo un régimen previsional especial creado por el Estado, que reemplazó los aportes tradicionales por un esquema de contribuciones vinculadas a la recaudación de partidos, transferencias y televisación. Este sistema permitió formalizar a miles de trabajadores del fútbol en entidades sin fines de lucro que no reciben subsidios estatales, pero que sí cumplen una función social que el propio Estado abandonó. La AFA no es una offshore. No reparte utilidades ni cotiza en bolsa. Es una institución centenaria que representa a clubes grandes, chicos, de capital y del interior profundo. ¿De verdad quieren hacernos creer que el deterioro del sistema previsional argentino se debe a que un club de Jujuy enseña a jugar al fútbol en un potrero o que uno de La Matanza abre sus puertas como comedor popular?                 El discurso de Sturzenegger no solo es falso: es peligroso. Acusa al fútbol de ser parte de la “casta subsidiada”, mientras este mismo gobierno benefició a grandes empresas, redujo impuestos a exportadores y dolarizó de facto la economía dejando a los jubilados librados a su suerte. Pero hay algo más: cuando el exministro usa el ejemplo de River —que aportó 27.000 dólares teniendo ganancias por 65 millones— olvida mencionar que no todos los clubes tienen sponsors europeos ni venden jugadores por cifras millonarias. ¿Qué pasa con Juventud Antoniana, Güemes de Santiago del Estero, Central Norte o tantos clubes que sobreviven con rifas, subsidios provinciales y el esfuerzo de vecinos? Para ellos, el nuevo aumento de la alícuota previsional es directamente una condena a muerte. Aplicar el mismo rigor fiscal a un gigante de Buenos Aires y a un club quebrado del NOA es una crueldad técnica y política. El gobierno lo sabe. Pero no le importa. Porque el objetivo final es otro: quebrar el modelo solidario de gestión del fútbol argentino para imponer las Sociedades Anónimas Deportivas. Ahí entra en juego Pablo Toviggino, la voz incómoda del interior profundo. Un dirigente que no le teme al poder y que está convencido de que los clubes no pueden convertirse en negocios para fondos extranjeros. Por eso lo atacan. Porque se planta. Porque defiende a los pibes del potrero antes que a los CEOs del mercado.                                El fútbol argentino está en la mira del ajuste. Y la ofensiva contra la AFA no es una disputa técnica: es política. El gobierno quiere disciplinar al deporte más popular del país para poder entregarlo. Pero del otro lado hay historia, hay identidad y hay resistencia.       ¡No te pierdas ningún detalle de la política argentina y mundial! Síguenos en nuestro canal de WhatsApp: Canal WhatsApp: https://whatsapp.com/channel/0029VbBqLhV4tRroiQaqOB0M Y en nuestra: Red X (EX Twitter): https://x.com/El_Pulso_P