Provincias y CABA

Bullrich; mientras pelea con el fútbol escala en la política

Mientras deja abierta su postulación en CABA y coquetea con una alianza con el PRO, Patricia Bullrich redobla su perfil autoritario. Tras su cruce con Toviggino, queda claro: su proyecto no es político, es disciplinador.

  • 23/07/2025 • 12:28

                 La foto que publicó Javier
Patricia Bullrich volvió a ponerse en el centro de la escena. En medio del armado electoral del oficialismo en la Ciudad de Buenos Aires, la ministra de Seguridad no descartó ser candidata en octubre y hasta deslizó una posible alianza con el PRO. Pero más allá de sus ambiciones, su nombre sigue sonando más por las amenazas y las tensiones que por las propuestas. (podés leer: ¨Milei relanza a Bullrich: ¿candidata en octubre?¨).

En paralelo a sus movimientos electorales, Bullrich quedó envuelta en un duro enfrentamiento con Pablo Toviggino, tesorero de la AFA y figura clave del fútbol argentino. ¿Conveniencia electoral? ¿Simple conviccion disciplinaria? El conflicto se disparó por declaraciones en redes sociales del dirigente, que la ministra intentó censurar con una carta documento, amenazas de derecho de admisión y un discurso moralista que choca de frente con la propia historia de Bullrich. No solo respondió Toviggino con una carta demoledora, también sectores del fútbol, la política y la sociedad civil salieron en defensa de la libertad de expresión y en repudio a lo que definieron como “apriete institucional”. (leé también: ¨Bullrich amenaza a Toviggino y estalla el reclamo por la censura¨).
 

El episodio fue un espejo de lo que Bullrich representa: no diálogo, sino mano dura; no ideas, sino disciplinamiento. Su vocación represiva, que en su momento la enfrentó con estudiantes, mapuches, periodistas y piqueteros, ahora apunta a los dirigentes del fútbol que se animan a pensar distinto al gobierno de Javier Milei. La amenaza de “aplicar el derecho de admisión” no fue solo una frase desafortunada: fue un símbolo de hasta qué punto está dispuesta a avanzar para callar voces incómodas.

En este contexto, su posible candidatura en CABA se presenta más como una jugada defensiva que como un verdadero proyecto político. Bullrich busca blindarse ante el desgaste que enfrenta como ministra, donde su imagen cayó por la falta de resultados concretos en materia de seguridad, y su rol se volvió cada vez más el de una vocera de la confrontación sin sentido.

 


 

Además, su cercanía con Javier Milei, a pesar de las diferencias internas, se mantiene firme por conveniencia mutua. El presidente necesita soldados que ejecuten sin chistar, y Bullrich encontró en ese rol su zona de confort. La posibilidad de un acuerdo con el PRO no hace más que confirmar que el macrismo residual sigue operando como muleta del experimento libertario, incluso cuando se disfraza de renovación.

Mientras tanto, el país se enfrenta a una inflación que no cede, salarios congelados, tope a las paritarias, descontento social y un fútbol que se organiza para resistir el modelo de las SAD. Bullrich, lejos de todo eso, mira a octubre como una revancha personal. Pero su estilo ya no convence: ni en las urnas ni en las canchas.
 

 

 

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