El relato del “orden macroeconómico” empieza a hacer agua por los poros. Según los datos oficiales del INDEC, la economía argentina se contrajo un 1,8% en marzo en la comparación mensual desestacionalizada, y dejó una postal preocupante: sectores estratégicos como el turismo, la salud, los servicios públicos y hasta la industria empiezan a mostrar señales de agotamiento. Detrás del festejo por el superávit fiscal y el aplauso de los mercados, la economía real sigue sangrando en silencio. El consumo se enfría, la inversión privada brilla por su ausencia, y los sectores que hasta ahora venían bancando la parada muestran los primeros signos de saturación.  Los sectores que dicen basta Servicios públicos: con tarifas dolarizadas, el consumo cae en hogares y empresas. La demanda de energía y agua registró un descenso notorio, lo que evidencia una economía que se retrae. Salud: cayó la actividad en clínicas, obras sociales y laboratorios. La crisis impacta en la demanda y pone en jaque a un sector ya tensionado por la inflación y la falta de insumos. Turismo: el boom de los primeros meses del año ya es historia. La combinación de inflación en dólares y salarios planchados dejó a los argentinos mirando desde la ventana. Construcción e industria: sin obra pública y con caída en los despachos de cemento, la construcción se desploma. La industria, por su parte, acusa el golpe de la baja demanda interna.  Los números que preocupan (y que no aparecen en cadena nacional) Mientras el presidente Javier Milei y su equipo económico repiten el mantra del "superávit gemelo", la caída de la actividad amenaza con convertirse en el gran talón de Aquiles del modelo libertario. La economía acumula cinco meses consecutivos en rojo, y aunque el Gobierno apuesta a que el "rebote" llegue en el segundo semestre, cada vez hay menos margen social para esperar milagros. La recesión no es solo un dato estadístico: es la parálisis de un país que dejó de moverse. Comercios vacíos, fábricas que suspenden turnos, profesionales de clase media que recortan gastos básicos. La foto es la de una economía parada, en terapia intensiva, con los aplausos de Wall Street pero el silencio de los barrios.   El riesgo de una recesión prolongada Economistas críticos del oficialismo advierten que la caída de marzo es apenas el principio si no hay señales claras de reactivación. El enfriamiento brusco de la economía, impulsado por el ajuste fiscal y la licuación del gasto público, puede derivar en una recesión estructural, difícil de revertir incluso con crédito externo o rebotes financieros. Y mientras algunos sectores financieros celebran balances positivos, la economía de a pie se va quedando sin nafta. Con salarios pulverizados, consumo en caída libre y una inversión que no arranca, el Gobierno enfrenta un dilema incómodo: ¿hasta cuándo puede sostenerse un ajuste que solo cierra en las planillas de Excel pero no en la calle?