Apenas 24 horas después de conocerse el peor resultado del PRO en la Ciudad desde 2003, Rodrigo Martínez —estratega de campañas en América Latina y docente de comunicación política— trazó un diagnóstico demoledor. Para él, el derrumbe no fue cuestión de estructuras ni de candidatos, sino de emociones: “El electorado vota con el estómago antes que con la cabeza. El PRO no logró provocar entusiasmo, bronca ni esperanza; su mensaje sonó a ringtone viejo”. Según Martínez, la fuerza que fundó Macri se refugió en slogans de gestión cuando la agenda pública pedía épica identitaria: “Mientras Javier Milei hablaba de libertad y castigo a la casta, los amarillos ofrecían semáforos inteligentes. Eso no moviliza a nadie después de una pandemia, inflación y hartazgo político”. El consultor subraya que la campaña porteña quedó atrapada en una interna que nunca cerró. La cabeza de lista, Clara Lossio, no consiguió despegarse de la marca dañada y terminó siendo blanco de la polarización entre libertarios y peronistas. “Faltó un relato emocional propio; el PRO apostó a la nostalgia, pero la nostalgia es patrimonio de los ganadores y hoy Milei se adueñó del triunfo simbólico”. Preguntado por el rol de Macri, Martínez es lapidario: “Mauricio tuvo un lugar incómodo: ni líder inspirador ni armador silencioso. Su figura generó más ruido que conducción. El votante interpretó su indefinición con Milei como una pelea de egos sin oferta concreta de futuro”. ¿Qué horizonte ve para el partido? Reinvención rápida o irrelevancia. El experto cree que el PRO debe reenfocar su narrativa alrededor de valores claros —mérito, orden, modernidad— y acompañarla con nuevos rostros capaces de conectar con la vulnerabilidad social. “Si no despierta emociones auténticas, la estructura, por más prolija que sea, se desploma. La gente ya no vota siglas; vota experiencias que le resuenen en la piel”. Mientras tanto, los libertarios capitalizan ese vacío. “Milei comprendió que la política es show de significados. Le puso soundtrack a la rabia colectiva. Hasta que el PRO no aprenda a tocar esa cuerda emocional, seguirá bailando fuera de la pista”, concluye Martínez.