Las elecciones legislativas celebradas en Salta y Jujuy el pasado domingo encendieron las alarmas dentro del peronismo nacional. Con derrotas contundentes y una marcada dispersión de candidaturas, el PJ quedó debilitado en dos distritos clave del norte argentino. En el centro de las críticas aparece la figura de Cristina Fernández de Kirchner, quien mantiene influencia directa en ambos partidos provinciales a través de dirigentes alineados con el kirchnerismo duro. En Salta, el gobernador Gustavo Sáenz logró una cómoda victoria en la Legislatura provincial, consolidando su poder territorial con el respaldo de sectores peronistas locales que se distanciaron del sello del PJ intervenido. El kirchnerismo apostaba a reordenar el espacio bajo la conducción de Emiliano Estrada, un ex funcionario del Frente de Todos, pero los resultados dejaron al peronismo relegado al tercer lugar en varios departamentos. Las listas compitieron fragmentadas y sin una estrategia unificada, en un escenario donde la marca kirchnerista tiene escasa tracción electoral. En Jujuy, el oficialismo radical, encabezado por el gobernador Carlos Sadir, logró sostener la hegemonía iniciada por Gerardo Morales. La apuesta del kirchnerismo jujeño, con una estructura intervenida y liderada por el senador Guillermo Snopek, no logró perforar el piso del electorado opositor. La ausencia de figuras con peso territorial propio y la falta de sintonía con las demandas sociales locales —en medio de conflictos por la reforma constitucional y la situación económica— fueron determinantes. Ambos resultados reflejan no sólo un voto castigo al peronismo alineado con el kirchnerismo, sino también una desconexión creciente entre las decisiones tomadas desde el Instituto Patria y las realidades provinciales. Dirigentes del PJ tradicional comenzaron a expresar malestar por la imposición de listas desde Buenos Aires, sin diálogo ni construcción territorial. “Nos vaciaron el partido y después se quejan de los resultados”, deslizó un histórico operador salteño ante El Pulso Político. En el plano nacional, estos traspiés se leen como un nuevo golpe a la figura de Cristina Fernández de Kirchner, que viene sufriendo un desgaste progresivo desde la derrota presidencial de 2023. La conducción del PJ sigue en disputa, pero las derrotas en provincias donde el kirchnerismo aún tenía control formal muestran la pérdida de ascendencia real sobre el electorado y los liderazgos intermedios. Además, dentro del peronismo comienza a tomar fuerza la idea de una reconfiguración sin Cristina en el centro de las decisiones. Algunos gobernadores, como Axel Kicillof, y referentes parlamentarios como Eduardo “Wado” de Pedro, exploran alternativas para reconstruir un frente opositor competitivo de cara a 2027, pero sin repetir fórmulas que quedaron agotadas. La caída electoral en Salta y Jujuy no sólo debilita la estructura federal del kirchnerismo, sino que deja en evidencia una crisis de representación que atraviesa a todo el peronismo. De cara al segundo semestre, con más elecciones legislativas en provincias clave, el resultado pone en duda la estrategia del PJ intervenido y suma presión para un recambio real en su conducción.